Hoy vinimos temprano y somos varios. La cuadra está patas arriba; comienzan las lluvias, lo que arrastra hacia la calle toda la basura que estaba escondida disimuladamente en el cerro. La parte “plana” que los vecinos usan de estacionamiento, a mis espaldas cuando pinto en la pared, está convertida en un paisaje rugoso de pisadas de auto sobre lodazal y aglutinado de piedras. Cuando los vecinos descienden de sus autos, resuenan las decenas de envases de refresco que hay regados por todo el piso. A una muchacha se le atoró uno de tales envases en el pie, convirtiéndose en una extensión de su zapato, pero nadie levanta nada.
El GDF está poniendo banquetas (¡no teníamos!), y con eso, encima del lodazal, hay más ruido y caos que de costumbre. En la pared han pintado un tag y recargado una estructura de varillas que sale, junto con algunas piedras, de la excavación que hicieron previo al colado de las aceras.
Algunos vecinos preguntan si el presente movimiento es un anuncio de refresco. ¡Qué chistoso, hasta le quitamos la etiqueta a la botella!
Las condiciones son ideales para el siguiente movimiento. Peinamos la zona recogiendo botellas y envases vacíos, trozos de basura de gran tamaño y algunas otras cosas que añadan textura. Una máscara del Hombre Araña, un cesto de plástico, metros de manguera, la jaula de un pajarito, alfombra hecha tiras, bolsitas de fritangas. Lo colocamos todo al otro lado de la calle y poco a poco hacemos que la basura se deslice por el suelo, acercándose a la pared; luego sube por la estructura de varillas que los del GDF nos dejaron ahí tan adecuadamente, y poco a poco van llenando toda la pared. El resultado es tan ruidoso, que es ilegible.
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